viernes, 28 de septiembre de 2012

DARE TO DREAM - CAPITULO 2


¿Rabia, enfado, coraje, frustración? Eran sentimientos que no existían en mí en ese instante. Había conseguido la beca y ya iba camino a Londres. El viaje se me hizo eterno, eran dos largas y aburridas horas en avión las que me separaban de la ciudad de mis sueños. El Big Ben, el London Eye, los Starbucks... Al fin conseguiría verlos con mis ojos. En el asiento de al lado, se sentó una mujer mayor, de unos cincuenta años que sostenía un pequeño libro de bolsillo. Lo agradecí, así no me daría charla y podría dedicarme por dos horas a imaginarme a mi misma, de fiesta por Londres, conociendo a mis ídolos, haciendo nuevos amigos, visitando King Cross...
Cuando consigo salir del aeropuerto, me lleva cuatro minutos conseguir salir de mi ensimismamiento. Londres se veía un millón de veces más bonita que en fotos, y eso ya es decir.
Pido un taxi y le doy la dirección del piso dónde me había tocado vivir.
Tras unos veinte minutos de viaje, el taxi me dejó en una plaza enorme llena de casitas y tiendas, reconocí mi piso al instante, tenía dos plantas, con paredes blancas, los bordes que adornaban los balcones eran de color rojo granate y la puerta era verde oscura. Abrí y empujé la puerta hacia adentro, por dentro, era incluso mas bonito que por fuera, los dueños de la agencia la habían limpiado y ordenado a conciencia. Suelto la chaqueta y el bolso en la percha, que era de color marrón pastel y me vuelvo para cerrar la puerta, justo entonces esta se abre empujada desde fuera, dejando entrar a un chico de pelo rizado que la cierra en cuestión de segundos.
Pasa al menos un minuto hasta que le dirijo la palabra al chico, que parecía estar recuperándose de lo que había sido una agotadora carrera.
–Eh, ¿hola? -Mi voz sonó tímida y bajita. 
El chico se dio la vuelta y se apoyó contra la puerta con una mano en el pecho, que subía y bajaba a un ritmo frenético.
–Hola, ¿Te importa si paso un momento? –En cambio, su voz sonó entrecortada.
–No, no importa. –Le dije. –Bueno, aunque importara ya estas dentro.
Alguien en la calle empezó a golpear la puerta, gritando cualquier palabra que no fuera bonita.
–Por favor, no abras -Me suplicó. Esta vez su voz estaba llena de angustia. 
–Tranquilo, no lo haré. –Me apresuré a decirle. –Vamos, pasa dentro, tengo algo de comida que he comprado en el aeropuerto. –Dije señalando el pasillo que conducía al interior de la casa. –Así me cuentas lo que ocurre.
El chico me siguió en silencio hasta que llegamos al salón. Paredes crema y suelo marrón claro. Había dos sillones, puestos uno a cada lado de una mesita. El chico se acomodó rápidamente en uno, y yo hice lo mismo en el otro.
– ¿Y bien? –Le pregunté mientras abría un paquete de snacks.
–Me estaba persiguiendo una chica, mi ex novia, lleva así desde que la dejè hace tres meses, es una histérica.
Para acentuar el último comentario del chico, volvieron a resonar los golpes de la puerta.
–Oh, pobre chica. –Dije llevándome un dedo a la sien y girándolo. -Necesita un psicólogo.
El chico se rio ante mi gesto.
–¿Qué tal si buscamos algún sitio por dónde pueda salir? -sugirió. -Y ah, –levantó la mano y se dio un golpe en la frente. El gesto le quedó muy gracioso. –No me he presentado, soy Harry.
–Encantada, yo me llamo Ana. –Le dije. Dudé unos instantes entre estrecharle la mano o darle dos besos.
Al final Harry acabó dándome los besos a mí, ya que mi indecisión le hizo tomar las riendas del asunto a él. 
La planta baja tenía cuatro habitaciones: salón, cocina, estudio y baño, repartidas a lo largo de un estrecho pasillo que comenzaba en la puerta de la calle y acababa en unas escaleras que daban a la planta superior. Buscamos en cada habitación sin resultados. No había ningún sitio por el que Harry pudiera escapar. Entonces, optimista, dijo que buscáramos en la planta alta, le dije que sería inútil pero aun así insistió.
Subimos por las empinadas escaleras, Harry iba delante de mí, hablándome de cosas que no comprendía como Gatos, helados de zanahoria de su amigo, un tal Louis… De repente, se paró en seco y choqué contra él, casi haciendo que se callera. Me señaló una escalera anti-incendios al final del pasillo de la planta superior. Parecía muy endeble, estaba oxidada por las lluvias y la humedad y cuando Harry apoyó una pierna, las escaleras crujieron bajo su peso.
–Ten cuidado al bajar, no vayas a caerte. –Le dije mientras apoyaba la otra pierna en la escalera. Pareció recordar algo porque paró en seco y volvió hacia mí.
– Dame tu teléfono –Dijo.
La mirada que me dedicó al hacerme esa pregunta me hizo querer dárselo al instante, pero no, no lo hice.
– ¿Por qué debería hacerlo? Pregunté haciéndome la difícil.
– ¿Para avisarte si necesito esconderme aquí otra vez? –Me contestó encogiendo los hombros. -Anda, porfa, te lo suplico -Esta vez sonrió y junto las manos como si estuviera rezando. 
Su sonrisa era tan genuina y adorable que decidí dárselo. ¿Quién sabe? El podría ser mi primer amigo en Londres.
– Está bien, apunta: 6XX-XXX-XXX 
Apuntó mi teléfono en su móvil y tras darme dos besos y un abrazo de despedida, continuo bajando escalones. Cuando llegó al suelo volvió a pararse y mirando hacia arriba gritó:
– ¡Te llamaré, no apagues el móvil! Pareció arrepentido de haberlo hecho porque inmediatamente salió corriendo hacia un taxi que había libre. Justo cuando subió, una chica pasó corriendo por esa misma calle, dedicándole palabras que hacían más bulto que ella.
- ¡Eh tú, déjale en paz! -le grité. 
Ella me miró y me hizo un gesto inapropiado. Luego siguió corriendo tras el taxi.  

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